
𝘪ㅤ DARKNESSᅠ⠀›ᅠ⠀𝐜𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝐭𝐫𝐞𝐞
DARKNESS ,ㅤ★ㅤCapitulo cuatro
EL MUNDO SE CIERRA SOBRE
JAEKYUNG
❝ no me mires asi. No soy yo quien te ha dejado
sin salida... Pero tal vez si soy yo quien pueda abrirte una ❞
Miedo. Una emoción con la que nunca se había asociado. O al menos, eso quería creer. Siempre se había considerado valiente, fuerte, lo suficientemente racional como para entender que el miedo no era más que una sensación efímera, un espejismo diseñado para debilitar a los ingenuos.
Pero ahora... ahora se daba cuenta de lo equivocado que había estado.
Cuanto más analizaba la situación, más absurda y desesperante le parecía. Su corazón latía con violencia, casi con furia, mientras observaba a su equipo moverse frenéticamente, tratando de encontrar una solución.
El vuelo de regreso a Corea había sido cancelado. No habría problema, podría comprar otro sin dudar... o eso pensó. Pero el destino se burlaba de él: no quedaban boletos, la tormenta de nieve había paralizado todos los vuelos hasta nuevo aviso.
Su pecho se oprimió con una ansiedad que le resultaba desconocida. Escuchaba la desesperación en las voces de su equipo, en los murmullos llenos de preocupación. Pero él... él solo podía mirar fijamente las paredes de la habitación del hotel, su mente acariciando un pensamiento peligroso.
La ventana parecía una alternativa tentadora.
—Jaekyung, tenemos que irnos o perderemos el vuelo. Trataremos de ayudarte desde Corea —la voz de su manager sonó sincera, buscando apaciguar el mar inquieto que comenzaba a desbordarse en su interior.
«Una estupidez».
Esa era la única conclusión a la que podía llegar. Dejarlo solo en un país desconocido... ¿Quién demonios pensó que esa era la mejor opción?.
El sonido del viento golpeando contra la ventana parecía burlarse de él. Jaekyung cerró los ojos por un momento, tratando de encontrar un resquicio de calma en medio del caos. Pero no lo había. Solo estaba él, varado en un país que no conocía, sin salida, con la sensación de estar atrapado en una jaula sin barrotes.
Sus manos temblaban, aunque no sabía si por rabia o desesperación. Sus compañeros estaban a punto de marcharse, sus figuras ya desdibujándose en la entrada de la habitación. Nadie lo obligaba a quedarse. Podía ir con ellos, insistir, presionar para encontrar otra alternativa... pero algo lo detenía.
Tal vez era el orgullo. Tal vez, en el fondo, no quería huir.
El manager lo miró una última vez, con una sombra de duda en la mirada.
—Nos mantendremos en contacto. No hagas nada imprudente.
Jaekyung soltó una risa seca, amarga. ¿Imprudente? Si supieran lo que pasaba por su cabeza en ese momento, habrían corrido a detenerlo.
La puerta se cerró con un sonido hueco, y el silencio lo envolvió como un sudario.
Ahora estaba solo.
Se acercó a la ventana, apoyando la frente contra el vidrio frío. La ciudad se extendía ante él como un abismo interminable de luces parpadeantes y calles cubiertas de nieve. Sus pensamientos eran un laberinto sin salida, oscuros y densos.
Rusia, sin duda, era un lugar mágico durante el día, pero esa magia se desvanecía en cuanto la luz del sol desaparecía, dejando que la oscuridad se apoderara de las calles de Moscú. La ciudad, imponente y fría, adquiría un matiz inquietante bajo el manto nocturno.
Agradecía, al menos, tener un hotel donde quedarse. Solo le quedaba esperar hasta la mañana para obtener una respuesta desde Corea, para poder regresar de una vez. Pero algo dentro de su pecho le susurraba que no sería tan sencillo.
Carajo, esto es una pésima idea.
El pensamiento cruzó su mente con la misma amargura que el viento helado tras los ventanales. Observó la ciudad desde la enorme ventana del lujoso hotel en el que estaba hospedado, sintiendo que, pese al confort del lugar, algo en el ambiente se sentía opresivo.
—Mi señor... Los acompañantes del señor Jaekyung han abandonado Rusia. Han regresado a Corea. — La voz del mayordomo resonó con una frialdad impecable, su tono neutro y preciso, mientras mantenía una leve reverencia ante él.
Caesar dejó escapar una leve risa, entrecerrando los ojos con satisfacción.
—Hmm... ya veo — susurró con media sonrisa, llevando la copa de vino a sus labios. Removió el líquido con calma, disfrutando del aroma antes de dar un sorbo pausado. Se acomodó en el sillón de cuero, con la tranquilidad de un depredador que sabe que su presa está acorralada.
Sin apartar la mirada de su copa, dio la orden con una suavidad peligrosa:
—Pon en marcha la siguiente parte del plan. Sin errores.
El brillo malicioso en sus ojos no pasó desapercibido para los presentes. El mayordomo asintió en silencio antes de retirarse, su silueta deslizándose con la precisión de un fantasma.
La habitación estaba bañada en una luz tenue, reflejada sobre las paredes donde una serie de fotografías estaban meticulosamente dispuestas. Cada imagen capturaba un ángulo distinto, una perspectiva única... pero todas coincidían en el mismo sujeto.
Jaekyung.
Caesar tomó una de las fotos con su mano libre, sus dedos deslizándose lentamente sobre el papel, como si pudiera sentir la piel del hombre retratado en ella. Sus ojos se oscurecieron con un brillo de deseo y obsesión apenas contenida.
—Pequeño kici... — murmuró con una sonrisa torcida, llevándose la imagen más cerca del rostro, admirando cada detalle del luchador con devoción. Sus labios rozaron el borde de la fotografía mientras susurraba con una mezcla de anhelo y peligro—. Es hora de jugar un poco.
(...)
—Entonces... ¿simplemente tengo que cancelar su hospedaje? — preguntó el hombre, exhalando una bocanada de humo mientras observaba los pocos coches que pasaban por la calle. La nieve comenzaba a acumularse en el asfalto, reflejando las luces tenues de los faroles.
—Sí, solo eso. No hagas una estupidez... No eres el único con el pellejo en juego — respondió el otro con frialdad, metiendo las manos en los bolsillos de su abrigo. El frío le calaba hasta los huesos, pero sabía que lo que realmente helaba la sangre no era el clima, sino el peligro que implicaba fallar.
—Ya, está bien. No eres nada divertido... — murmuró el primero con pereza antes de dejar caer su cigarrillo al suelo y aplastarlo con la suela.
Su acompañante dejó escapar un suspiro cargado de molestia antes de fulminarlo con la mirada.
—Verás lo divertido que es cuando el Zar te meta en una bolsa para cadáveres y haga que nunca hubieras existido.
El gerente del hotel, hasta entonces en silencio, tragó saliva con dificultad. Sabía que estaba metiéndose en algo que no podía manejar, pero ya era demasiado tarde para retroceder.
—Carajo... eres molesto — gruñó el hombre, chasqueando la lengua con fastidio.
—Solo haz tu trabajo. Para eso te pagan. Para que cumplas sin cuestionar — su tono se volvió cortante, afilado como una hoja de navaja.
No hubo más palabras. Ambos hombres se alejaron, cada uno siguiendo su camino.
El gerente entró al hotel con pasos pesados, con la certeza de que lo que estaba a punto de hacer marcaría un punto de no retorno.
El otro, en cambio, se subió a un coche que lo esperaba al otro lado de la calle. El motor rugió suavemente antes de desaparecer en la oscuridad de la noche.
7:00 a. m. (Hora Rusa)
El sueño lo abandonó con la misma indiferencia con la que la noche se desvanecía ante el amanecer. Despertó con pereza, con el cuerpo entumecido por la rutina, con la mente envuelta en un letargo denso. Demasiado ajeno. Demasiado lejos de casa.
Su mirada recorrió la habitación, la perfección impoluta del hotel de lujo dándole más asco que confort. Todo estaba en su sitio, todo perfectamente alineado, como si alguien se asegurara de que nada se desordenara. Como si alguien lo vigilara.
Su mandíbula se tensó.
No. Solo estaba cansado. Solo era su mente jugando con él.
Resopló y tomó su celular, encendiéndolo con la misma desidia con la que alguien enciende un cigarrillo en un día de mierda. Notificaciones. Fotos. Comentarios. Publicaciones aleatorias. Ruido blanco en forma de píxeles.
Nada podía borrar la sensación de que algo estaba mal.
Se pasó una mano por el rostro, tratando de disipar el malestar. Tal vez solo era paranoia. Tal vez su mente le estaba jugando una mala pasada. Tal vez.
Lo arrojó sobre la cama con fastidio. Tenía hambre.
Se levantó, estirándose hasta que un crujido recorrió su columna. Apretó sus propios hombros, tratando de aliviar la tensión, pero solo logró que la incomodidad lo recorriera como un escalofrío.
—Tsk... Me hubieran dejado a Kim Dan... —murmuró entre dientes.
Pero no. Lo habían dejado solo.
Se puso algo cómodo y bajó en el ascensor. Metió las manos en los bolsillos de su suéter y observó su reflejo en las puertas de acero. Ojeras. Expresión endurecida. Cansancio camuflado de furia contenida.
Pasó de largo por la recepción y entró al restaurante. El restaurante del hotel estaba casi vacío. Se sentó en una esquina, con la cabeza gacha, comiendo sin ganas. No sentía hambre, solo necesidad. Necesidad de mantenerse ocupado, de no pensar demasiado, de no permitir que el malestar en su pecho se expandiera.
Pero entonces lo sintió.
Una mirada.
No como las de siempre. No la de un fan. No la de un periodista intentando una foto.
No. Esto era otra cosa : Fría, Pesada y Voraz.
Jaekyung tragó en seco. Su corazón dio un brinco, su piel se erizó y su instinto gritó.
"Vete..Corre"
"Mueve las malditas piernas"
No lo dudó. Se levantó y comenzó a caminar con paso firme, sin mirar atrás, sin darle más poder a ese presentimiento que lo sofocaba. Pero lo sentía. Lo sentía siguiéndolo.
Acelero el paso, mas rapido. Y entonces el impacto, un muro, un cuerpo, alguien.
Casi cae al suelo, pero una mano fuerte lo atrapó antes de que pudiera desplomarse.
El aire en sus pulmones se volvió espeso.
—¿Estás bien?
La voz era grave. Demasiado grave. Su ruso era impecable, pero lo que lo heló hasta los huesos fue que...habló en coreano.
Jaekyung alzó la vista. El hombre que lo había sujetado lo observaba con una calma inquietante. Más alto. Más fuerte. Ojos oscuros y hambrientos, pero con una paciencia retorcida, como un lobo que disfruta acechando a su presa.
Jaekyung se apartó bruscamente.
—Sí. — No hubo disculpa. No la pensaba dar. No la necesitaba. pero el desconocido tampoco parecía esperarla, de hecho, sonrió, No con burla, no con amabilidad, con... algo más que lo hio temblar.
—Cuidado por dónde vas... —murmuró con voz sedosa, como quien le habla a un cachorro travieso—. No todas las personas son tan amables.
—Tsk... Como sea. Muévete.— Jaekyung frunció el ceño.
Intentó empujarlo, pero su cuerpo se negó, Sus músculos se tensaron. Su pulso se aceleró. Esa maldita sensación de peligro volvió con más fuerza.
Ese hombre no era normal.
—Claro... —Caesar ladeó la cabeza, estudiándolo como si disfrutara cada mínima reacción de su cuerpo—. Pero dime algo... ¿seguro que estás bien?
Jaekyung sintió cómo su pecho se encogía, el como todo su cuerpo parecía hacerse pequeño.
—Pareces... aterrado.
Esa última palabra se deslizó entre ellos como veneno, Jaekyung alzó la cabeza, con la respiración entrecortada, con la mandíbula apretada. ¿Por qué su voz se sintió como una trampa cerrándose sobre su garganta?.
—¿Quién carajos eres?— Tomo por el cuello de su camisa blanca a Caesar, mirándolo fijamente con una furia ardiente.
Caesar sostuvo su mirada con una paciencia maldita.
—Tic, tac, kici... —susurró, su sonrisa apenas curvando los labios—. No hagas preguntas cuyas respuestas podrían devorarte.
Jaekyung sintió cómo el frío de la mañana se volvía irrelevante. Ese maldito apodo hizo eco en su mente, resonando en cada rincón de su conciencia, envolviéndolo como un susurro envenenado. Kici, Retumbaba con fuerza, se aferraba a su piel como una marca indeleble.
Sus ojos se clavaron en aquel hombre, y por primera vez en mucho tiempo, sintió un miedo real. Uno que no podía ignorar, uno que no podía racionalizar. Un miedo que se filtró en sus huesos como hielo quebrándolos desde dentro.
Y entonces lo entendió, el miedo no era el enemigo, el miedo era un aviso, Porque después del miedo... Viene el terror.
El finalmente logró apartarse, su cuerpo aún en tensión, cada fibra de su ser exigiéndole moverse, alejarse, huir. Pero huir ¿de qué?, no hizo nada.
Caesar no lo tocó, no le hizo daño... pero lo desarmó por completo. Ese pensamiento lo enfureció más.
Jaekyung exhaló con fuerza y caminó directamente hacia la recepción. Necesitaba despejarse, pensar en lo que haría el resto del día, asegurarse de que todo estaba en orden. Pero cuando se acercó al mostrador, la recepcionista lo miró con una expresión incómoda.
—Jaekyung. Habitación 1209 —dijo con frialdad.
Ella tragó saliva.
—Señor... lo lamento, pero...— Se giró hacia su ordenador, sus dedos tecleando con nerviosismo. Demasiado nerviosismo.
Jaekyung sintió un mal presentimiento extendiéndose en su pecho.
—¿Pero qué? —espetó con impaciencia.
—Su reserva ha sido... cancelada.— La mujer evitó su mirada
El mundo pareció detenerse.
— ¿Qué?..— Jaekyung parpadeó, tratando de procesar esas palabras.
—Lo siento mucho, señor, pero su estadía ya no está registrada en nuestro sistema. Fue cancelada esta mañana...
Esta mañana.
—Eso es un error. Yo no cancelé nada— Jaekyung sintió cómo su mandíbula se tensaba.
—Entiendo, pero... —ella titubeó, con la incomodidad de quien sabe que está a punto de dar una mala noticia— ... la orden vino directamente de la gerencia.
Algo dentro de él se congeló. Sus pensamientos se arremolinaron en un caos silencioso, intentando encontrar una lógica en todo esto.
—Llama a la gerencia. Ahora.
—Lo lamento, pero el gerente no se encuentra disponible en este momento...— ella miro a otro lado con miedo y algo avergonzada de toda esta situación.
Jaekyung apretó los dientes, no, no, no, esto no estaba pasando. Intentó sacar su tarjeta de acceso del bolsillo y la deslizó en el lector con fuerza, como si el simple acto pudiera invalidar lo que acababa de escuchar.
Error.
Lo intentó de nuevo.
Error.
Otra vez.
Error.
—¡Me estás jodiendo...! —su voz salió más fuerte de lo esperado, con el filo de la frustración arañándole la garganta.
La recepcionista se sobresaltó, encogiéndose apenas.
—Podemos ayudarlo a encontrar otra habitación si lo desea, pero...
Jaekyung no la escuchaba, su mente zumbaba, su pecho se apretaba, lo estaban echando, lo estaban dejando en la puta calle. Sus ojos se desviaron por instinto, y entonces lo vio.
Caesar, no había dudas.
Estaba al otro lado del lobby, de pie, con las manos dentro de los bolsillos de su abrigo, observándolo con el maldito fantasma de una sonrisa en los labios.
Como si ya supiera, como si hubiera estado esperando este momento, como si este fuera su plan desde el principio.Jaekyung sintió su sangre hervir en una mezcla de rabia y desconcierto. sus ojos se clavaron en los de Caesar, y entonces, ocurrió algo que lo descolocó aún más. Caesar alzó una ceja, ladeó la cabeza le hizo un gesto con la mano.
Ven.
Como si lo estuviera llamando, Jaekyung sintió un escalofrío recorrerle la espalda, porque en ese instante, lo entendió. No solo lo habían echado del hotel. Lo habían empujado directo a las fauces del lobo.
→ ﹒ increible, actualice porfin la ptm, por fin me puedo dar mi descansito como es debido, ya tomen su Caesar retorcido. Me mame?, seeeeh, pero hey yo dije que me gustaba, mas que lo goce.
i. CURIOSIDAD ONE : Al principio iba
a ser de otro modo, pero salio esto.
Caesar no iba aparecer, hasta mas
adelante.
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